domingo, 25 de noviembre de 2012

Capítulo 24 «As long as she loves me»


Heather O’Connor
        
         —¡Michael, ven aquí! —grita aún con sus manos rodeando mi cuello.
         Él entra de inmediato con sus ojos verdes cristalizados.
         —Átala de nuevo —susurra apartándose de mí.
         Michael me coge la mano con delicadeza y me ata con cuidado. Oigo unas palabras simples salir de sus labios, aunque no sé si es cosa mía y nada más, si no es una utopía.
         «Están de camino.»
         Entonces las esperanzas vuelven a mí. Merece la pena cualquier cosa que piense hacerme ahora. Aunque cambio de idea cuando veo el cuchillo que está abrillantando y brilla a contraluz.
         Cuando Michael sale de la habitación no sin antes hacerme entender que todo irá bien y, muy a mi pesar, he entendido que su vida no vale tanto. He negado rotunda descartando la idea de delatarlo, no le van a hacer nada a nadie por querer ayudarme.
         Entonces aparece Will en mi cabeza.
         Por raro que parezca, he estado pensando en él, en lo que dijo.
         Pusieron una bomba en algún sitio, una bomba que mató a alguien, a alguien a quien él amaba mucho.
         «¿No sabéis quién puso la bomba en el coche de mi novia?»
         Eso fue lo que digo. Y eso me ha hecho pensar mucho porque… No puede ser posible que mataran a la madre de Jason, al hermano de Drake y a la novia de Will. No tiene sentido, o… tiene demasiado.
         Quisiera darle más vueltas pero… no puedo.
         Josh me toca. Sus manos tantean todo mi cuerpo. Mis muslos, mi espalda. Me encojo en mí misma para dificultarle la… inspección. Pero no sirve de nada, estoy atada de manos y pies y no puedo moverme. Si lo hago, más duele, más aprietan las cuerdas. Al cabo de un instante mis muñecas y mis tobillos están en carne viva y escuecen horrores.
         —¿Has terminado ya? —pregunta.
         No, no he parado. Solo… solo quiero irme a casa. No he hecho nada malo.
         Pero me araña la mejilla. Luego me da un puñetazo.
         Estoy dolorida, pero físicamente sigo viva. No creía que pudiese durar tanto. Con lo débil que soy, lo mucho que me duelen estas heridas porque chocan con otras cicatrices que no terminaron de cerrarse. Y más cosas que no puedo soportar.
         Pero el mundo continúa sin mí.
         Lo he visto a lo largo de estas tres semanas. Nadie depende de mí.
         Tal vez sentir sea la cuestión.
         Veo la hoja del cuchillo centellear en la penumbra, y parpadeo unas cuantas veces cuando veo que lleva su mano izquierda al mango. Su otra mano coge mi cuello y lo asfixia. Noto que me empieza a faltar el aire, y justo cuando me apresuro en respirar, en llenar mis pulmones, sangre brota de mi pierna.
         Ahora su cuchillo no brilla, ahora… gotea.
         Sus ojos miel son los que me acompañan… hasta que me desmayo.
         E incluso hasta después. Ellos no me abandonan ni un instante.
        
        
        
         Lo imagino a mi lado, abrazándome como aquella vez que lo hizo. Estos días se me han hecho más sencillos, o más pasables, imaginando que él me acompañaba. Hay una lucecita blanca al fondo.
         —¡No! —grito.
         Vuelvo a la realidad en ese instante. Vuelvo a la habitación, pero por fin estoy sola. Y segura de seguir viva.
         Sin Josh toqueteándome. Me encojo, y en seguida vuelvo a mi posición original teniendo en cuenta lo mucho que me duele la pierna y que, obviamente, no ha cicatrizado porque solo han pasado unas cuantas horas.
         Oigo un ruido fuera que hace que me ponga nerviosa y forcejee.
         ¿Qué van a hacer? ¿Volver? ¿Torturarme aún más? ¿Volverán a pegarme? ¿A clavarme más cuchillos? Por favor, no. Les pido por favor que si quieren hacer eso… que prefiero que me maten. Hoy no tengo ganas de sufrir. Y mañana tampoco tendré. No quiero más, estoy cansada de tanta… acción en mi vida. Era mejor cuando se me hacía aburrida y monótona, porque no hacía daño a nadie.
         Hasta que veo ojos castaños.
         Sus ojos castaños.
         Sacudo la cabeza. Esto es… otra de mis imaginaciones. No he hecho más que verlo durante todos estos días. Solo quiero que sea real. Solo quiero alargar el brazo y tocarlo. Que esté ahí de verdad.
         En nada de tiempo, está rompiendo la ventana, y aunque tendría que hacer mucho ruido —a mí me lo parece—, no viene nadie.
         «Michael…»
         —¿Jason? —le pregunto a la oscuridad.
         —Heather… —oigo susurrar contra mi oído.
         Empiezo a distinguirlo entonces aun viendo borroso. Estoy muda, no puedo evitar todas estas cosas, porque… Dios, lo necesito cerca.Necesitaba sentir su calor. Necesitaba saberlo. Porque al ver sus ojos, así de cerca… es todo mucho más obvio.
         Me gusta.
         No, es mucho más, estoy enamorada.
         —Heather, lo siento mucho, muchísimo por haberte hecho pasar todo este infierno. Juro que después de esto… no nos volverás a ver, a ninguno. ¿Qué… qué tienes en la pierna? —Baja un poco la voz, pero aun así lo oigo con total claridad—: Pienso matarlos.
         —Ya se me pasará, no te… preocupes.
         Él solo me suelta las cuerdas. Se quita la camisa dejando al descubierto su torso perfectamente esculpido. La rompe a tiras. Me venda la pierna y aunque al principio siento mucho más dolor, en seguida me siento mejor.
         Él cubre mi mejilla con la palma de su mano. Su dedo recorre el contorno de mis labios cortados. Estoy sintiendo con este contacto más de lo que he sentido nunca. Lo siento tan cerca… tanto que no puede ser una pesadilla. No puedo estar durmiendo ahora mismo.
         Nuestros labios se juntan. Con su lengua humedece los míos. Muerde mi labio inferior y, Dios, sabe tan bien. El sabor de su boca es tan hermoso, tan especial. Me siento volando. No sé cómo pero me encuentro con mis manos jugando con su pelo y sus brazos rodeando mi cuello. Pero no me importa. Ahora mismo no me importa nada que no sea él. Simplemente me ha salvado. Mi héroe de ojos color miel. Está aquí, ¿no? Eso es lo que cuenta. Y me está besando. Y me siento en el séptimo cielo. Sonríe bajo mis labios, al igual que hago yo.
         «Te he encontrado», lo oigo susurrar.
         Y yo lo he encontrado a él.
         —Ahora nada tiene sentido —murmura—, porque me he enamorado y… el amor carece de lógica.

No hay comentarios: