miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 9 «As long as she loves me»

◘ Jason McCann.
Salto del sofá, por poco me caigo. Son las tres de la madrugada y alguien acaba de entrar en el piso. No sé qué digo, si ya sé que es Drake. Ese estúpido siempre da portazos cuando vuelve. ¿Acaso no sabe cerrar la puerta como una persona civilizada?
Lo veo un segundo, pero corre hasta el fondo del pasillo, supongo que a encerrarse en su habitación para levantarse a la hora de comer, como hace de costumbre. Cómo me equivoco. Minutos después oigo un grito.
—¡Cállate, hostias! —y después el ruido de un golpe, como una bofetada.
Se me pasan por la cabeza muchas cosas. Y todas con algo en común.
Heather.
Corro hasta mi habitación. Sí que confío en Drake, pero no cuando está ebrio, no controla sus acciones. Y claro, tengo yo que controlarlas por él. No dudo ni un segundo en abrir la puerta. Es mi cuarto al fin y al cabo, ¿no?
Pero lo que veo es lo último que se me habría pasado por la cabeza. A Drake encima de Heather, en mi cama, con ambos en ropa interior. Ella tiene moretones en la espalda y las costillas, y las mejillas enrojecidas. Pero no por el frío, o por el miedo… tiene las marcas de unas manos en ellas. De las manos de Drake.
No… no me puedo creer que le haya pegado. Es que simplemente no me lo creo. Él nunca haría nada así. No si estuviera sobrio.
—¡Drake! ¡Estás borracho, tío! ¡Aparta!
—¡Eres un estúpido! ¡Déjame! ¡Puedo hacer lo que quiera!
Me da un puñetazo. Ah, ¿qué esto es lo que tenemos planeado hacer ahora, a las tres de la mañana? Pues se equivoca. Esto no tiene nada que ver con él, tiene que ver con Heather. Después de todo, también ha sido capaz de hacer esto. No me lo puedo creer. No puedo creer que haya podido caer de esta forma. Sabe lo mal que está ella, y yo sé lo mal que está él.
He cambiado de opinión.
Que estuviera borracho no tiene nada que ver. Nunca estás lo suficiente como para violar a una chica sin querer. Ha hecho la cosa más horrible del mundo. No me importa cuántas copas haya bebido.
Lo agarro de los hombros, apartándolo de la cama, y empujándolo a la pared, y le doy una bofetada. Él me da otro puñetazo y me hace soltarlo. Vaya, yo pensaba que estaba en mejor forma. Drake tiene razón, no volveré a ir al gimnasio, menudo gasto más absurdo. Busco a Drake y le doy una patada. Se encoge y se dobla. Sale de la habitación, tambaleándose por el dolor.
Aunque dudo, me acerco a ella. Heather se arroja a mis brazos. Supongo que la entiendo. Esto le dolerá muchísimo, estoy convencido. Y aunque me gustaría decir que sé lo que siente, no lo sé. Me siento fatal por ella, porque esto es mi culpa. Tendría que haberme asegurado de que Drake entrara en su habitación, y no en la mía.
—Heather… deja de llorar… por favor.
Gira la cabeza y me mira. Odio que haga eso. Odio que clave sus ojos en los míos. Porque es asquerosamente preciosa. Y sus ojos son lo primero en definirla. Nunca antes había visto una mirada tan penetrante, oscura y profunda como la suya.
—Lo… lo siento mucho… es la primera vez… que se pone así.
No puedo ver cómo llora, no más veces. Esto está empezando a superarme. Algo tiene que cambiar… pero no sé el qué, ni cómo. No quiero llevarme bien con esta chica, no quiero que tengamos ninguna clase de relación, pero mi determinación ya se ha venido abajo, la restableceré cuando amanezca. Este no es el momento de volver a ser yo. He de volver a ser Jason McCann, el asqueroso delincuente.
Está decidido. Ni Drake ni yo volveremos a tener contacto alguno con ella. No podemos arriesgarnos a nada con esto. Porque tiene un algo. Un algo que se me escapa de las manos, como no lo hace nada más. Y, ¿sabes? No quiero saberlo.
En unas horas llamaremos a su padre, para que vea que está bien… o que está, simplemente.
Unos instantes después de susurrar un “Gracias” casi inaudible, se duerme. Y lo agradezco. La tapo con la manta y salgo cerrando la puerta.
Con llave.
♣ • ♣
He decidido que dejaré que todo sea como hasta ahora. Aunque se complicará bastante con la insensatez que cometió Drake, porque hasta ahora, él había sido quien cuidara de Heather… Pero tiene que entender que no somos sus amigos, sino sus secuestradores. Lo de anoche fue… un impulso que tuvo en busca de protección, completamente normal y comprensible, claro.
Miro el reloj.
Las diez y media.
Ya es hora de que todo el mundo se levante. ¿O no? Esta es una buena hora para hacer la llamada, aunque estaría mejor que fuera a una hora punta, para que fuera como una manera sutil de decir que somos calculadores y precisos. Llamaremos a las once. Ni un segundo más. De ser secuestrada mi hija, prácticamente viviría pegado al teléfono, es más que obvio.
Prefiero ir directamente a la habitación de Drake, para decirle un par de cosas.
—Arriba —suelto nada más abrir la puerta, subiendo la persiana. —Tú y yo tenemos que hablar, levanta.
Da una vuelta en la cama y se enrolla en las sábanas. No. Esto no lo consiento. Si yo me he pasado toda la noche despierto, no es para que él duerma. Arranco las mantas en las que se ve envuelto.
Gruñe.
Esto significa que yo gano. Y menos mal, no tengo ganas de discutir ahora mismo. Por lo general, nunca me apetece discutir con nadie. Y aunque a veces ese término no incluye a Drake, ahora mismo ni siquiera tengo ganas de hablar con él. He cambiado por completo desde que esa chica está en esta casa, y eso no puedo dejar que suceda. Y es exactamente lo que tengo que decirle.
—Esto no puede seguir así.
Se incorpora en la cama y me mira. Tiene marcas de la pelea de esta madrugada, al igual que yo, pero aun así parece muy serio y muy centrado (lo cual no podría haberlo dicho anoche, muy a mi pesar).
—¿Cómo no puede seguir?
—Así —repito.— Antes tú eras quien se acercaba a ella. Yo tenía asumido que serías tú quien… ya sabes, la cuidara. Pero con lo que pasó anoche, esa posibilidad se tambalea. Y yo no quiero hacerlo. Y como yo no quiero y tú no puedes, he decidido que ya está bien. Esto es un secuestro. No el patio del colegio, no estamos para hacer amigos. Queremos el dinero de su padre, y poco más, ¿entendido? No me importa que te opongas, Drake, se hará lo que yo digo. He perdido parte de mí desde que está en casa, ¿ves eso normal? ¿Dónde queda Jason McCann, el delincuente? —Paro un momento. La verdad es que deseo oír la respuesta. Pero él no dice nada. Sabe que tengo razón. «Genial».— No nos acercaremos más a ella.
De repente, nuestro móvil emite un agudo pitido.
Mierda.

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