miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 5 «As long as she loves me»

◘ Jason McCann
—Luke, tengo que pedirte un favor —digo entrando en el taller de coches.
—Claro, Jason, dime —responde a la vez que se limpia las manos con un trapo y se me acerca.
—Sabes que Drake y yo trabajamos para Anderson y Thompson —asiente—. Pues, verás, hoy teníamos un encargo…
—Creo que sé por dónde vas. ¿A qué coche tengo que cambiarle la matrícula por una falsa? Sabes que no tardo nada.
—Es que no solo es cambiarle la matrícula, Luke. Tengo que pedirte que te lo quedes en el taller hasta mañana, cuando vaya a dárselo. Sabes cómo trabajo.
Él deja el trapo y clava sus ojos en los míos.
—Jason, ¿por qué quieres… necesitas que te guarde el coche?
—Vivimos en un barrio pobre, lo sabes, es un coche bastante caro, cualquiera podría intentar robarlo. Entiéndeme.
—Veamos ese coche caro —susurra riéndose, saliendo de su taller.— ¡Dios mío! ¿Es eso un Bugatti? ¿Cómo lo habéis hecho?
Me mira. ¿Es para tanto? ¿Un Bugatti? En fin, sí que lo es, para qué engañarse. Este modelo en concreto son tres millones de dólares, el típico coche con el que un chico como yo solo podría soñar, aunque en mi vida anterior, en esa vida en la que era un niño ingenuo y feliz, tal vez hubiera podido conseguir alguno… honradamente.
—¿Jason?
—Bueno, sí, Luke, arréglalo, ya sabes.
—¿Me dejarás que lo pruebe? —pregunta de sopetón.
—No. Cualquiera puede estropear este coche, y te lo confío a ti porque creo que te ocuparás bien de él, ¿vale?
Luke no parece convencido, pero no quiero darle importancia. Tengo que volver con Drake, y con esa chica, que estará en mi casa hasta mañana. Cuando Josh y Lewis nos visiten para que les demos el Bugatti, se quedarán con Heather, y mira que lo siento… Parezco un monstruo diciendo estas cosas. Y lo peor es que soy consciente de ello. Cómo me odio.
—Bueno, Luke, tengo cosas que hacer. Mañana a primera hora recojo el coche.
—Claro, McCann.
Él vuelve a entrar en su taller y yo camino hacia mi casa. Bueno, es un piso a las afueras de Chicago. Medio destartalado, que parece que se cae, pero en realidad es estable, y me gusta. Su aspecto descuidado aleja a muchos curiosos. Pero a pesar de todo eso, si analizo, de lo que no me quejo es de mi casa. Y aunque el edificio esté un poco inclinado, es lo único que se mantiene en pie en mi vida.
♣ • ♣
Dejo las llaves en el mueble que queda al lado de la puerta. No oigo nada, pero supongo que es mejor. Aun así, ¿dónde está Drake? ¿Dónde está Heather? Creo que tendrían que haber llegado ya, yo he sido el que ha dado un rodeo por toda la ciudad hasta el taller de Luke y luego he venido caminando. De repente oigo sollozos. Eso responde a mi segunda pregunta. ¿Qué he de hacer ahora? Me quito la chaqueta y me desabrocho la camisa. Qué cosa más incómoda, de verdad. ¿A quién se le ocurriría eso del traje?
Cuando agarro el pomo de la puerta de mi cuarto, ya con la corbata en la mano, retrocedo. De ahí vienen los sollozos. ¿Por qué coño está en mi habitación? Juro que cuando vea a Drake, lo mato. Sin embargo, en un impulso irrefrenable, abro la puerta. Ella, que estaba acurrucada en mi cama, se levanta torpe y se cae. Y yo sigo sin entrar. Se levanta con rapidez y se pega a la pared, supongo que para estar lo más lejos posible de mí. Lo veo bastante comprensible. Aun así, no deseo que me tenga miedo. Y me pregunto por qué. Es la primera vez en mi vida que me preocupo por lo que pueda pensar alguien de mí. Ese suele ser Drake.
Me acerco a ella, que sigue pegada a la pared, conteniendo las lágrimas, aunque no puedo verlo; su cara queda oculta tras una cortina de cabello castaño oscuro. No es que espere otra reacción de ella. La hemos secuestrado, al fin y al cabo.
—Puedes, eh… quedarte en mi cama…
Ni siquiera estoy seguro de por qué he dicho eso. Supongo que preferiría seguir oyendo cómo llora desde el salón a tenerla delante y verla sufrir, pero intenta parecer fuerte, ¿por qué se empeña? Sé que esto es difícil para ella. No sabe que también lo es para mí, claro. Seguro que estará pensando que somos unos idiotas integrales —o cosas peores que me abstendré de decir— y preguntándose a cuántas chicas les hemos hecho eso ya.
Levanto la mano, la verdad es que con la intención de tocarla, que vea que no tengo la menor intención de hacerle daño. Pero ella se desliza en el muro y cae al suelo, que nada más poner la mano en él, como apoyo, rompe a llorar de nuevo. Dejo la chaqueta de mi traje y la corbata sobre un sillón que tengo ahí cerca y me siento a su lado, en el suelo. Suspiro y echo la cabeza hacia atrás.
Hace ademán de alejarse de mí, pero no puede. Estoy empezando a sentirme mal. Otra vez. Lleno mis pulmones de aire y la oigo susurrar:
—¿Qué vais a hacer conmigo?
Si soy completamente sincero, no estoy seguro de si ha sido producto de mi imaginación hasta que la oigo de nuevo.
—¿Qué vais a hacer conmigo? —repite entrecortadamente, aunque con un tono más firme.
Me mira. Sus ojos oscuros están rojos e hinchados, además de cristalinos por las lágrimas. Aun así, me parecen hermosos. Y por eso, por esa única y estúpida razón, me siento obligado a contestar.
—Yo… no lo sé.
Gira la cabeza y mira al frente, la pared beige que un día fue blanca.
Se lleva las manos a la cabeza. Es tan fácil ver que sufre…
—¿Cómo puedes no saberlo? —grita.— Esto es estúpido… como te llames. Saldré de aquí como sea, y después os denunciaré, a ti y a tu amigo.
—Jamás harías eso.
—¿Que no? ¡Sácame de aquí y te lo demuestro! —vuelve la cabeza hacia mí, llena de ira.
—No puedo hacer eso. —Tras una pausa, añado—: Ni Drake ni yo tenemos el menor interés en ti.
—¿Entonces? —dice mirándome de nuevo.
Son preguntas que no puedo contestarle. Sería demasiado.
—Mañana… mañana lo tendrás todo un poco más claro.
Cojo ropa limpia, ya que queda claro que no voy a poder cambiarme en mi habitación, y me salgo, pero antes de cerrar la puerta, susurro:
—Por cierto, soy Jason.
Después cierro la puerta y vuelvo a oír sollozos y gemidos.

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