◘ Jason McCann
—Luke, tengo que pedirte un favor —digo entrando en el taller de coches.
—Claro, Jason, dime —responde a la vez que se limpia las manos con un trapo y se me acerca.
—Sabes que Drake y yo trabajamos para Anderson y Thompson —asiente—. Pues, verás, hoy teníamos un encargo…
—Creo que sé por dónde vas. ¿A qué coche tengo que cambiarle la matrícula por una falsa? Sabes que no tardo nada.
—Es que no solo es cambiarle la matrícula, Luke. Tengo que pedirte que
te lo quedes en el taller hasta mañana, cuando vaya a dárselo. Sabes
cómo trabajo.
Él deja el trapo y clava sus ojos en los míos.
—Jason, ¿por qué quieres… necesitas que te guarde el coche?
—Vivimos en un barrio pobre, lo sabes, es un coche bastante caro, cualquiera podría intentar robarlo. Entiéndeme.
—Veamos ese coche caro —susurra riéndose, saliendo de su taller.— ¡Dios mío! ¿Es eso un Bugatti? ¿Cómo lo habéis hecho?
Me mira. ¿Es para tanto? ¿Un Bugatti? En fin, sí que lo es, para qué
engañarse. Este modelo en concreto son tres millones de dólares, el
típico coche con el que un chico como yo solo podría soñar, aunque en mi
vida anterior, en esa vida en la que era un niño ingenuo y feliz, tal
vez hubiera podido conseguir alguno… honradamente.
—¿Jason?
—Bueno, sí, Luke, arréglalo, ya sabes.
—¿Me dejarás que lo pruebe? —pregunta de sopetón.
—No. Cualquiera puede estropear este coche, y te lo confío a ti porque creo que te ocuparás bien de él, ¿vale?
Luke no parece convencido, pero no quiero darle importancia. Tengo que
volver con Drake, y con esa chica, que estará en mi casa hasta mañana.
Cuando Josh y Lewis nos visiten para que les demos el Bugatti, se
quedarán con Heather, y mira que lo siento… Parezco un monstruo diciendo
estas cosas. Y lo peor es que soy consciente de ello. Cómo me odio.
—Bueno, Luke, tengo cosas que hacer. Mañana a primera hora recojo el coche.
—Claro, McCann.
Él vuelve a entrar en su taller y yo camino hacia mi casa. Bueno, es un
piso a las afueras de Chicago. Medio destartalado, que parece que se
cae, pero en realidad es estable, y me gusta. Su aspecto descuidado
aleja a muchos curiosos. Pero a pesar de todo eso, si analizo, de lo que
no me quejo es de mi casa. Y aunque el edificio esté un poco inclinado,
es lo único que se mantiene en pie en mi vida.
♣ • ♣
Dejo
las llaves en el mueble que queda al lado de la puerta. No oigo nada,
pero supongo que es mejor. Aun así, ¿dónde está Drake? ¿Dónde está
Heather? Creo que tendrían que haber llegado ya, yo he sido el que ha
dado un rodeo por toda la ciudad hasta el taller de Luke y luego he
venido caminando. De repente oigo sollozos. Eso responde a mi segunda
pregunta. ¿Qué he de hacer ahora? Me quito la chaqueta y me desabrocho
la camisa. Qué cosa más incómoda, de verdad. ¿A quién se le ocurriría
eso del traje?
Cuando agarro el pomo de la puerta de mi cuarto, ya con la corbata en la
mano, retrocedo. De ahí vienen los sollozos. ¿Por qué coño está en mi
habitación? Juro que cuando vea a Drake, lo mato. Sin embargo, en un
impulso irrefrenable, abro la puerta. Ella, que estaba acurrucada en mi
cama, se levanta torpe y se cae. Y yo sigo sin entrar. Se levanta con
rapidez y se pega a la pared, supongo que para estar lo más lejos
posible de mí. Lo veo bastante comprensible. Aun así, no deseo que me
tenga miedo. Y me pregunto por qué. Es la primera vez en mi vida que me
preocupo por lo que pueda pensar alguien de mí. Ese suele ser Drake.
Me acerco a ella, que sigue pegada a la pared, conteniendo las lágrimas,
aunque no puedo verlo; su cara queda oculta tras una cortina de cabello
castaño oscuro. No es que espere otra reacción de ella. La hemos
secuestrado, al fin y al cabo.
—Puedes, eh… quedarte en mi cama…
Ni siquiera estoy seguro de por qué he dicho eso. Supongo que preferiría
seguir oyendo cómo llora desde el salón a tenerla delante y verla
sufrir, pero intenta parecer fuerte, ¿por qué se empeña? Sé que esto es
difícil para ella. No sabe que también lo es para mí, claro. Seguro que
estará pensando que somos unos idiotas integrales —o cosas peores que me
abstendré de decir— y preguntándose a cuántas chicas les hemos hecho
eso ya.
Levanto la mano, la verdad es que con la intención de tocarla, que vea
que no tengo la menor intención de hacerle daño. Pero ella se desliza en
el muro y cae al suelo, que nada más poner la mano en él, como apoyo,
rompe a llorar de nuevo. Dejo la chaqueta de mi traje y la corbata sobre
un sillón que tengo ahí cerca y me siento a su lado, en el suelo.
Suspiro y echo la cabeza hacia atrás.
Hace ademán de alejarse de mí, pero no puede. Estoy empezando a sentirme
mal. Otra vez. Lleno mis pulmones de aire y la oigo susurrar:
—¿Qué vais a hacer conmigo?
Si soy completamente sincero, no estoy seguro de si ha sido producto de mi imaginación hasta que la oigo de nuevo.
—¿Qué vais a hacer conmigo? —repite entrecortadamente, aunque con un tono más firme.
Me mira. Sus ojos oscuros están rojos e hinchados, además de cristalinos
por las lágrimas. Aun así, me parecen hermosos. Y por eso, por esa
única y estúpida razón, me siento obligado a contestar.
—Yo… no lo sé.
Gira la cabeza y mira al frente, la pared beige que un día fue blanca.
Se lleva las manos a la cabeza. Es tan fácil ver que sufre…
—¿Cómo puedes no saberlo? —grita.— Esto es estúpido… como te llames.
Saldré de aquí como sea, y después os denunciaré, a ti y a tu amigo.
—Jamás harías eso.
—¿Que no? ¡Sácame de aquí y te lo demuestro! —vuelve la cabeza hacia mí, llena de ira.
—No puedo hacer eso. —Tras una pausa, añado—: Ni Drake ni yo tenemos el menor interés en ti.
—¿Entonces? —dice mirándome de nuevo.
Son preguntas que no puedo contestarle. Sería demasiado.
—Mañana… mañana lo tendrás todo un poco más claro.
Cojo ropa limpia, ya que queda claro que no voy a poder cambiarme en mi
habitación, y me salgo, pero antes de cerrar la puerta, susurro:
—Por cierto, soy Jason.
Después cierro la puerta y vuelvo a oír sollozos y gemidos.
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