miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 11 «As long as she loves me»

◘ Jason McCann
Dieciséis de noviembre.
Solo quedan catorce días para que Heather vuelva a su casa y nos deje a Drake y a mí en paz. Después de casi violarla, convencí a mi amigo para que hablara con alguien. Con alguien que entendiera del tema, y está dejándolo. Bebe bastante, pero al menos aguanta más de lo que lo hacía hace unas semanas. Sé que se siente mal por todo lo que hizo y, en fin, no tengo más remedio que perdonarlo. Supongo. Aunque todo se ha ido al traste por su culpa.
Pero todo lo ha pasado, lo ha hecho por una razón. Estoy destinado a ser esto. A dejar de ser un humano para convertirme en una máquina al servicio de Josh y de Lewis. ¿Y eso por qué? Por un asqueroso camión de juguete. ¿Por qué todo es tan complicado? ¿Puede decírmelo alguien? Y mientras estoy haciendo esto, hay personas que sufren por mi culpa, igual que sufrí yo por el gilipollas que le hizo eso a mi madre. Y eso me hace sentir mucho peor. Tendría que haber seguido adelante, como hizo mi padre. Pero lo tiré todo por la borda. Cuando conocí a esos individuos, que me encontré por la calle, por casualidad.
♣ • ♣
El día de mi cumpleaños, cinco años después del incidente en el metro, estoy sentado en la parte de atrás de la iglesia, con los brazos rodeando mis rodillas y consciente de que estoy ensuciando mi pantalón negro de los domingos, pero no me importa. Nada en ese momento me importa. Solo necesito irme. Se ha celebrado ya la ceremonia y algunas personas a las cuales ni siquiera conozco se han atrevido a felicitarme. Tal vez tenga trece años, pero ¿y qué? ¿De verdad creen que me quiero acordar de ello? Este día ya no es el día de mi cumpleaños, es el día en el que por ser un caprichoso asqueroso mi madre murió. Indirectamente, la maté yo.
—Eh, chico.
Dos hombres altos se me acercan. Los miro un momento y un escalofrío recorre mi espina dorsal. Pero no consiguen asustarme.
No respondo.
—Sentimos mucho lo de tu madre.
Les lanzo una mirada furtiva. ¿Mi madre conocía a estos dos individuos? ¿Por qué hablan conmigo? No entiendo nada. Tampoco lo intento. Si quieren algo, que se expliquen. No tengo ganas ahora de comerme el coco.
—¿Puedo ayudarles en algo? —pregunto levantándome y sacudiendo mis pantalones.
—En realidad, venimos a ofrecerte nuestra ayuda.
—No necesito la ayuda de nadie.
Soy pequeño, no estúpido.
Me doy la vuelta, con ganas de irme, pero cuando he avanzado unos cinco o seis metros, oigo una voz por detrás:
—Jason, chico, sabemos quién lo hizo.
Me giro de repente.
—¿Quién fue?
Se miran y sonríen. ¿Juegan conmigo? Que tenga trece años no significa que eso les dé derecho a reírse de mí, más aún cuando sé dar unas buenas patadas. Cuando vuelven a mirarme, no dejan de sonreír. Parecen unos de esos payasos malvados que se te acercan y te raptan.
Pero no.
Estos dos simplemente susurran:
—Vengaremos la muerte de tu madre si haces unos trabajitos para nosotros.
Los miro, estupefacto.
—Nuestra tarjeta.
Y ya han desaparecido.
♣ • ♣
Me recuesto en el sofá y me paso la mano por el pelo. Ya no tengo ganas de hacer todas estupideces. Me he dado cuenta. En realidad no tienen ni idea de quién asesinó a mi madre. Ni del asesino del hermano de Drake. Creo recordar que trabajaba en el banco y unos ladrones intentaron asaltarlo y, como lo impidió, lo asesinaron. Y él quiere tanto como yo coger a esos asesinos que se regocijan en su éxito. Y solo se han aprovechado de nosotros, todo este tiempo. No tienen ni idea de dónde se meten.
—¿Jason?
—¿Qué quieres?
Drake está de pie, delante de mí, apoyado en el marco de la puerta.
—Es curioso…
Suelta una carcajada. ¿Y éste ahora?
—Lo siento mucho, Drake, no estoy para juegos ahora mismo.
—Digo, que es curioso.
—¿El qué?
Me mira con una sonrisa que no he visto nunca antes de este momento. Y no me gusta. ¿Se burla de mí?
—Esa chica te está cambiando.
No doy crédito a lo que oyen mis oídos.
«Continúa», pienso. «Continúa delirando».
Me levanto, dispuesto a salir del piso, aunque sea solo esta noche. Puedo divertirme con alguna chica, estoy seguro.
Me agarra del brazo con fuerza, pero no me hace daño. Tampoco estoy seguro de que lo esté intentando, simplemente parece un signo de advertencia. Además, tiene cuidado conmigo, y con no enfadarme.
—No sé de qué me hablas —mascullo.
Él suelta otra carcajada, pero apesta a sarcasmo.
—Claro que lo sabes. No soportas tenerla ahí encerrada.
—Pues no. Te equivocas.
Cojo mi chaqueta de cuero y me voy.

No hay comentarios: