miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 6 «As long as she loves me»

◘ Heather O’Connor
No he comido desde ayer por la mañana. Cuando desayuné antes de irme al concesionario a sustituir a mi padre y… y me… En fin. Tal vez eso justifique mi falta de fuerzas ahora mismo, pero no creo que esa sea la razón real. Doy una vuelta en la cama y me acurruco de nuevo, pero sigo sin estar cómoda. Esta no es mi cama. Doy otra vuelta, y me caigo al suelo. Joder, qué torpe. Pero, Dios, qué cama tan estrecha. Me da pena pensar lo obvio que es que estos chicos no tienen ni la mitad de dinero que mi padre. Y es una pena. Me arrastro hasta llegar a la puerta. Intento abrirla, pero está cerrada. Lógico.
Soy incapaz de pensar con claridad, ahora mismo lo único que sé con seguridad es que necesito comida. Me ruge el estómago con tanta intensidad que incluso tiemblo. Aporreo la puerta con mis últimas fuerzas. Es por la mañana. Las nueve o así. Pero la hora ahora mismo es lo último en lo que pienso. Caigo al suelo al ver que mis esfuerzos son en vano. Necesito volver a casa. Quiero ver a mi padre, oír a Alfred llamarme «señorita» por mucho que lo odie. Hasta tengo ganas de ver a Tracy. ¿Se habrán dado cuenta de que no volví a casa? Siempre están fuera. Tal vez ni durmieron allí. Y, mi móvil… el chico de ojos azules, Drake si no recuerdo mal, me cogió mi bolso nada más llegar aquí. No tengo nada. Y me da la impresión que salir sería completamente imposible, limitándome a decir que ya estoy encerrada en una habitación de la casa.
La puerta se abre. Veo unos ojos azules: Drake. Está bostezando, aunque está vestido como si nada, con una camiseta negra y unos vaqueros gastados. A decir verdad, le pega más que el traje.
—Imagino que tendrás hambre —dice sin más.— Tendrías que haber comido ayer.
—Tenía otras cosas en la cabeza que me impedían comer —mascullo.
Me tiende la mano, aunque me levanto por mí misma. ¿Ahora intentan ser majos conmigo? Me secuestraron. No hace ni 24 horas, no se me olvidan las cosas de peso con tal rapidez.
—Jason me dijo que lo echaste de su habitación —ríe. Aunque no es lo que pasó en absoluto. Fue la primera habitación que encontré, y además tenía baño. Que se jodan.— Durmió en el sofá, ¿sabes?
Yo no digo nada. Encima de todo, ¿se van a burlar de mí? Si quieren algo, que me lo digan, y así podré irme. Pero la frase que me dijo el chico ese, Jason, sigue revoloteando en mi cabeza. «Ni Drake ni yo tenemos el menor interés en ti.» Entonces, ¿por qué estoy aquí? ¿Qué quieren de mí? ¿Quién lo quiere?
—¿Qué vais a hacer conmigo? —pregunto.
Ayer le hice la misma pregunta al tal Jason y no fue capaz de contestarme. No fue capaz de decirme nada que pudiera ayudarme. No fue capaz de ser un hombre. ¡Me había apuntado con una pistola! ¿No merezco saber por qué?
—No lo sé —dice apartando la mirada.
Una lágrima surca mi mejilla. «Vaya, yo pensaba que las había gastado todas esta noche.»
—¿Cómo no vas a saberlo? —respondo hipando.
Él acerca la mano y la lleva a mi mejilla, acariciándola y limpiándome la lágrima, entonces es cuando estallo en un silencioso llanto, y me alejo de él. Me tropiezo y caigo al suelo de nuevo, pero al contrario de ayer, no me levanto, me quedo ahí tirada y con las mejillas empapadas. Noto mis ojos hincharse y a la vez lo mucho que me escuecen.
Me tiende la mano. Tardo un momento, pero la cojo y me encuentro con sus ojos azules clavados en los míos.
—¿Por qué te disculpaste? —susurro. La verdad, no sé siquiera si he llegado a decirlo.
Él se encoje de hombros.
—Te lo diría más veces, Heather. Lo siento. Lo siento muchísimo. Pero es que, no nos quedaba otra.
♣ • ♣
Jason entra en el piso, seguido de dos hombres bastante corpulentos, con mirada severa y concentrada. Dicen algo así como:
—Habéis hecho un magnífico trabajo, igual que siempre. Esperemos que esté todo.
En ese instante, Drake me coge el codo y lo aprieta, aunque no llega a hacerme daño, y me arrastra al salón, donde ya están sentados y ambos, los dos desconocidos, se recuestan en un sofá con un par de copas.
—Está todo —dice una vez estamos delante de ellos.
¿Formo parte de eso que querían estos dos? ¿Qué? ¿Ellos se quedarán conmigo? A cada vez que leía algo acerca de violadores… me los imaginaba con esa cara. Esos no van a tocarme ni un pelo.
—Siéntate —me ordena uno, y le hago caso. Hay una silla a un par de pasos del sofá en el que están ambos sentados—. Es más guapa de lo que esperaba.
Por alguna extraña razón, no me lo tomo como un cumplido.
Pone sus asquerosas manos en mi barbilla y me mueve la cabeza de un lado a otro. Nunca antes había odiado a alguien tan rápido. Tira de mí, aunque me alejo. ¿Quién se cree que es?
—Es peleona… Muy bien.
Me coge de nuevo y me acerca a él aún más. Huele —o, mejor dicho, apesta— a alcohol y a tabaco. Da asco. Me da asco, más bien, porque parezco ser la única que se da cuenta. Cuando estamos a centímetros, pasa su lengua por mi mejilla. Me estremezco, aunque hago un esfuerzo sobrehumano para que no se me note.
Jason echa la silla en la que estoy sentada hacia a atrás y se sitúa delante de mí, hablando con estos dos asquerosos hombres.
«Dios, gracias.»
—Dejadla ya —susurra, para mi sorpresa—. Dijisteis que una vez que la vierais nos diríais para qué la necesitabais.
«¿Esto significa que tenían razón? ¿Que no sabían para qué me querían? ¿Que no tenían interés en mí? ¿Que no eran ellos?» Pero estoy segura de que preferiría que no fuese así. Preferiría que quisieran algo Jason o Drake porque a pesar de que me secuestraran, me apuntaran con una pistola y me dejaran encerrada… he sentido que todo lo hacían por obligación, aunque no quería darme cuenta. Porque tenía que echarle la culpa a alguien.
—Sobre todo es la oportunidad. Dime tú, Jason, ¿cuántas chicas como esta has conocido? Mírala.
Se gira y me escruta, siento sus ojos clavarse en los míos y entrar a explorar donde nunca nadie lo había hecho. Estoy incómoda con tantas miradas puestas en mí.
—No está mal —contesta unos instantes después, que se me hacen eternos—. No es mi tipo.
—No lo creo —ríe el hombre—. En fin, tenemos todas las habitaciones de nuestra mansión ocupadas, ya sabéis —enarca una ceja. Creo que hasta yo «sé», por desgracia. Pobres chicas—. Tendremos a Heather un tiempo. Un mes, más o menos. Después solo hay que ocuparse del dinero del rescate. Ayer le cogisteis el móvil, ¿no es así?
—Se lo cogí ayer, me quedé con su bolso. Tenía la cartera y un iPhone —interviene Drake, por primera vez. Parece tener menos voz que Jason en este asunto. No puedo evitar preguntarme por qué. O eso, o que está más asustado. Siempre me pareció más maduro Jason que él, tal vez sea eso.
—Dadme el móvil, me desharé de él. Puede que tenga GPS o algo así. Tomad este. Tendréis que llamar a su padre y pasarle a la chica, para que sepa que está bien. No le digáis nada acerca del dinero de la recompensa ni nada, para eso esperará un poco más —sus ojos se iluminan. Qué asco. Quiere hacer sufrir a mi padre. Y a Tracy.
Drake le tiende el móvil. Espera, Heather, un momento, ¿un mes? ¿Un maldito mes fuera de mi casa?
—Nosotros ya nos vamos. Muy bien por lo del Bugatti. Recordad que la chica no puede salir de aquí, y preferiría que no la dejarais sola. —Se acerca a Jason y le susurra, aunque puedo oírlo perfectamente—: Podéis divertiros con ella, ya sabes a lo que me refiero.
Jason responde con una risa nerviosa.
El hombre le da una maleta y se van.
Cuando nos quedamos los tres, Jason, Drake y yo, vuelvo a soltar lágrimas.
—¿Eso es lo que pensáis hacer conmigo? —grito—. ¿Violarme?
Corro a la entrada, y al saber que no puedo pasar el umbral de la puerta, empiezo a aporrear la puerta. Necesito salir de aquí.

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