domingo, 18 de noviembre de 2012

Capítulo 23 «As long as she loves me»


Jason McCann
        
         Estoy de nuevo en un pub, pero esta vez solo por… calmarme. Ya sabes, «mañana será otro día». Además, el problema, realmente, es que no quiero estar aquí. En este mismo instante a ella puede estar pasándole cualquier cosa, pero yo estoy aquí, obligado a resignarme, a pensar que, por mucho que me duela… ella puede estar sufriendo.
         Y lo peor, es que ya sé por qué estoy así.
         Por eso Drake me ha dicho que saliera, que él buscaría, que hablaría con Luke… cualquier cosa. Cualquier cosa para encontrarla. Y mientras yo aquí. Obligado a estar resignado, con las manos atadas. Creo que no me entiende y no sabe por qué necesito tanto verla, contemplar sus ojos oscuros, castaños y preciosos. Y, aunque nunca la haya visto, estoy convencido de que tiene una sonrisa maravillosa.
         Ahora que lo pienso, es cierto, nunca sonrió. Pero sí tenía unos labios muy bonitos. Esto… no es bueno que piense en estas cosas así y ahora mismo.
         Se me acerca una camarera, gracias al cielo, salvándome así de mí mismo.
         —¿Desea tomar algo?
         Claro, es obvio. Estoy en un bar. Pues…
         —Sí. Uhm… tráigame una cerveza.
         —Muy bien.
         Se aleja contoneándose. Yo solo niego con la cabeza.
         Casi segundos después vuelve y deja la botella en la mesa, ya abierta.
         Primer trago.
         Veo a Drake, me acuerdo de aquella noche, aquella noche oscura en la que tuve que pelearme con él, porque no dejaba en paz a Heather, porque, mucho me duele decirlo, pero pensaba violarla. Y me hiere exactamente lo mismo ahora de lo que me hirió entonces. Simplemente que no puedo dejar de pensar en ello.
         En ella.
         Segundo trago.
         Y el abrazo. Ella, dolorida, rodeando mi cuello con sus brazos, llorando. Y yo simplemente enrollando su pelo con mi dedo, acariciando su espalda… y pidiéndole por favor que parase. Recuerdo que clavó sus ojos en los míos, cuando yo le sonreí, o intenté sonreírle, pero seguro que fue incluso patético. Todo yo soy patético. Entonces lo era, y también lo soy ahora.
         Tercer trago.
         Y cada vez que clavaba sus ojos en los míos… ¿Cómo no me di cuenta? Era tan obvio que me gustaba… He sido un gilipollas. Me penetraba con la mirada. Me veía de una forma diferente. Me odiaba, y me sigue odiando —no sin razón—, pero cada vez que hacía aquello era tan mágico… A mí me parecía mágico. Especial. Pero solo porque ella es especial. ¿Cómo no me di cuenta antes? Solo me faltaba que me lo gritaran.
         Cuarto trago.
         Recuerdo vagamente la primera vez que Drake me dijo algo al respecto. «Esa chica te está cambiando» dijo entre risas. Y yo cogí mis cosas y me fui. A beber. No era justo. No me conocía a mí mismo, tampoco lo hago ahora.
         Quinto  y último trago.
         ¿Qué haré después? Sé que la voy a encontrar porque sino… no quiero pensar en qué haría si no fuera a verla de nuevo. Creo que cogería aquel revólver con el que una vez la apunté y esta vez me lo haría a mí. Pero sí estaría cargada.
         Creo que a pesar de todo esto Drake y yo seguimos trabajando para Josh y Lewis, así que es cuestión de tiempo que contacten de nuevo con nosotros y nos obliguen hacer algo.
         Pero es que ya no tengo ganas. Y ha tenido que sufrir tanta gente para que me diese cuenta de que en realidad, mi vida no es complicada. Es la más sencilla. La más fácil. Tanto que la he tenido que hacer emocionante, he tenido yo que buscarle todas las complicaciones.
         Sacudo la cabeza.
         Definitivamente pensar tanto no es bueno.
         La camarera para a mi lado a atender a otra mesa, contoneándose en exceso de nuevo, y me mira con picardía.
         «De verdad…» pienso negando con la cabeza.
         —Disculpe —digo cuando vuelve—, ¿puede traerme la cuenta, por favor?
         Ella asiente con una sonrisa triste. Le estoy dando más importancia de la debida, seriamente.
         Momentos después me trae una bandejita con la cuenta.
         Tanteo mis pantalones y no llevo monedas sueltas.
         Joder.
         Luego tanteo mi chaqueta de cuero negro y encuentro mi cartera. La misma que tengo desde… no sé, siempre.
         Veo que no llevo nada suelto. Necesito dinero.
         —¿Puedo pagar con tarjeta? —susurro.
         Ella vacila antes de contestar:
         —Por supuesto.
         Mientras la busco, encuentro otras muchas tarjetas que tengo ahí guardadas por cualquier estupidez. De descuentos en tiendas y cosas así. Aunque ahora que me doy cuenta, con el poco dinero que tengo me sirven de mucho.
         Le tiendo la tarjeta e introduzco el código pin.
         Una tarjetita blanca aunque ya beige por el paso del tiempo con los bordes gastados.
         «Jason McCann, contacta con nosotros. Quieres hacerlo. Vamos, chico.»
         La miro atónito. En el dorso, en la parte superior, con una letra minúscula, hay una dirección.
         La camarera me devuelve la tarjeta, la guardo y salgo del pub.
         Ya es de noche.
         «Heather», le digo a las estrellas. «Te vamos a salvar. Espero llegar a tiempo.»

No hay comentarios: