◘ Jason McCann
Estoy de nuevo en un pub, pero esta vez
solo por… calmarme. Ya sabes, «mañana será otro día». Además, el problema,
realmente, es que no quiero estar aquí. En este mismo instante a ella puede
estar pasándole cualquier cosa, pero yo estoy aquí, obligado a resignarme, a
pensar que, por mucho que me duela… ella puede estar sufriendo.
Y lo peor, es que ya sé por qué estoy
así.
Por eso Drake me ha dicho que saliera,
que él buscaría, que hablaría con Luke… cualquier cosa. Cualquier cosa para encontrarla.
Y mientras yo aquí. Obligado a estar resignado, con las manos atadas. Creo que
no me entiende y no sabe por qué necesito tanto verla, contemplar sus ojos
oscuros, castaños y preciosos. Y, aunque nunca la haya visto, estoy convencido
de que tiene una sonrisa maravillosa.
Ahora que lo pienso, es cierto, nunca
sonrió. Pero sí tenía unos labios muy bonitos. Esto… no es bueno que piense en
estas cosas así y ahora mismo.
Se me acerca una camarera, gracias al
cielo, salvándome así de mí mismo.
—¿Desea tomar algo?
Claro, es obvio. Estoy en un bar. Pues…
—Sí. Uhm… tráigame una cerveza.
—Muy bien.
Se aleja contoneándose. Yo solo niego
con la cabeza.
Casi segundos después vuelve y deja la
botella en la mesa, ya abierta.
Primer trago.
Veo a Drake, me acuerdo de aquella
noche, aquella noche oscura en la que tuve que pelearme con él, porque no dejaba
en paz a Heather, porque, mucho me duele decirlo, pero pensaba violarla. Y me
hiere exactamente lo mismo ahora de lo que me hirió entonces. Simplemente que
no puedo dejar de pensar en ello.
En ella.
Segundo trago.
Y el abrazo. Ella, dolorida, rodeando
mi cuello con sus brazos, llorando. Y yo simplemente enrollando su pelo con mi
dedo, acariciando su espalda… y pidiéndole por favor que parase. Recuerdo que
clavó sus ojos en los míos, cuando yo le sonreí, o intenté sonreírle, pero
seguro que fue incluso patético. Todo yo soy patético. Entonces lo era, y
también lo soy ahora.
Tercer trago.
Y cada vez que clavaba sus ojos en los
míos… ¿Cómo no me di cuenta? Era tan obvio que me gustaba… He sido un
gilipollas. Me penetraba con la mirada. Me veía de una forma diferente. Me
odiaba, y me sigue odiando —no sin razón—, pero cada vez que hacía aquello era
tan mágico… A mí me parecía mágico. Especial. Pero solo porque ella es
especial. ¿Cómo no me di cuenta antes? Solo me faltaba que me lo gritaran.
Cuarto trago.
Recuerdo vagamente la primera vez que
Drake me dijo algo al respecto. «Esa chica te está cambiando» dijo entre risas.
Y yo cogí mis cosas y me fui. A beber. No era justo. No me conocía a mí mismo,
tampoco lo hago ahora.
Quinto y último trago.
¿Qué haré después? Sé que la voy a
encontrar porque sino… no quiero pensar en qué haría si no fuera a verla de
nuevo. Creo que cogería aquel revólver con el que una vez la apunté y esta vez
me lo haría a mí. Pero sí estaría cargada.
Creo que a pesar de todo esto Drake y
yo seguimos trabajando para Josh y Lewis, así que es cuestión de tiempo que
contacten de nuevo con nosotros y nos obliguen hacer algo.
Pero es que ya no tengo ganas. Y ha
tenido que sufrir tanta gente para que me diese cuenta de que en realidad, mi
vida no es complicada. Es la más sencilla. La más fácil. Tanto que la he tenido
que hacer emocionante, he tenido yo que buscarle todas las complicaciones.
Sacudo la cabeza.
Definitivamente pensar tanto no es
bueno.
La camarera para a mi lado a atender a
otra mesa, contoneándose en exceso de nuevo, y me mira con picardía.
«De verdad…» pienso negando con la
cabeza.
—Disculpe —digo cuando vuelve—, ¿puede
traerme la cuenta, por favor?
Ella asiente con una sonrisa triste. Le
estoy dando más importancia de la debida, seriamente.
Momentos después me trae una bandejita
con la cuenta.
Tanteo mis pantalones y no llevo
monedas sueltas.
Joder.
Luego tanteo mi chaqueta de cuero negro
y encuentro mi cartera. La misma que tengo desde… no sé, siempre.
Veo que no llevo nada suelto. Necesito
dinero.
—¿Puedo pagar con tarjeta? —susurro.
Ella vacila antes de contestar:
—Por supuesto.
Mientras la busco, encuentro otras
muchas tarjetas que tengo ahí guardadas por cualquier estupidez. De descuentos
en tiendas y cosas así. Aunque ahora que me doy cuenta, con el poco dinero que
tengo me sirven de mucho.
Le tiendo la tarjeta e introduzco el
código pin.
Una tarjetita blanca aunque ya beige
por el paso del tiempo con los bordes gastados.
«Jason McCann, contacta con nosotros.
Quieres hacerlo. Vamos, chico.»
La miro atónito. En el dorso, en la
parte superior, con una letra minúscula, hay una dirección.
La camarera me devuelve la tarjeta, la
guardo y salgo del pub.
Ya es de noche.
«Heather», le digo a las estrellas. «Te
vamos a salvar. Espero llegar a tiempo.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario