◘ Jason McCann
No sé cuántas copas llevo ya encima, pero no me
importa. No he venido aquí a contar. Llamo al camarero y le digo que
quiero dos chupitos más. Necesito ordenar mis ideas, mi cerebro lo sabe,
yo lo sé, pero, ¿para qué engañarme? No quiero hacerlo. Voy por el
camino sencillo, igual que Drake, igual que siempre he hecho, igual que
siempre me ha pasado.
Tres años después de ver a esos hombres, los llamé.
Porque era el camino fácil.
Evito a Drake.
Porque ese es el camino fácil.
Paso de Heather.
Porque es el camino fácil.
Ese no es el momento de ponerme a analizar mis sentimientos, estoy
borracho. Y una chica se me está acercando. No me parece correcto usarla
de esa forma, yo no soy así. Aunque sería el camino fácil…
—Eh —me dice.
Me limito a mirarla. Rubia, de ojos azules, delgadísima… Demasiado
delgada. Y lo lleva todo al descubierto, prácticamente. Definitivamente
es el camino fácil. Y, no puedo evitar pensarlo pero… también todo lo
opuesto a Heather. Aunque ambas son atractivas, ella tiene una belleza
más delicada, y unos ojos castaños que me conquistan, que lo hicieron
hace mucho, aunque he hecho todo lo posible por evitar pensar en ello.
Bah, esto es cosa del alcohol. Esta noche es para ti, Jason. Piensa que
esto es lo que te mereces. Nada más. Y aún menos que sea mejor.
La chica susurra su nombre cerca de mi oído, aunque no soy capaz de entenderlo bien.
—Me gustas —susurra, y esta vez lo entiendo a la perfección.— Me gustas mucho. Me he fijado en ti desde que has entrado.
Miro mi reloj.
—Pues llevo aquí muchas horas.
Sonríe.
—Muy bien.
Ella se acerca, tímida aunque no lo esperaba. Apoya sobre mí sus finas piernas, y empieza a acariciar mi cuello con su lengua.
♣ • ♣
Me
despierto sin ropa, con un dolor de cabeza terrible y en un lugar que
no sé dónde está. Es una habitación color beige que tiene la cama en la
que estoy tumbado, un armario, una silla y nuestra ropa por el suelo.
Cojo mis cosas, me visto y me voy. Si no lo hago, me arrepentiré mucho.
Son las doce de la mañana. Qué manera más estúpida de perder el tiempo,
pero prefiero hacerlo aquí que estar en casa de Drake, oyendo sus
estúpidas teorías y todo lo que se equivoca. Cuántas mentiras, él tiene
razón, y ambos lo sabemos. No sirve de nada intentar engañarme, ahora
que, aunque tenga resaca, estoy sobrio.
Pero antes tengo que salir de aquí. Tengo que ver dónde estoy. Cierro la
puerta y bajo unas escaleras. Salgo del destartalado edificio en el
que he pasado la noche. El pub está al otro lado de la calle. Callejeo
hasta encontrarme, porque veo a lo lejos el taller de Luke. Necesito
hacer algo, algo que hace mucho tiempo que tendría que haber hecho, y no
me he atrevido.
Cojo un taxi, y, cuando estoy dentro, digo, aunque me tiembla la voz:
—Al cementerio.
Necesito estar cerca de mi madre, aunque solo sea por un segundo. No soy
religioso, pero lo único que me queda ahora es ella. Me gustaría poder
hablar con ella una sola vez más. Aunque siempre queda mi padre… Si lo
pienso bien, él ha sufrido el doble. Porque nos ha perdido a los dos, a
mi madre y a mí. ¡Genial, Jason, ahora tienes muchas más cosas por las
que sentirte culpable! Porque, por alguna razón, todos a los que amo
sufren, y de ahí que no ame a nadie más. Mataron a mi madre, abandoné a
mi padre… Dios. ¿Nunca hago nada bien?
Katherin McCann, 03/05/1668 – 01/03/2001
Me maldigo a mí mismo por no haber traído flores para dejarle. Seguro
que, dondequiera que esté, no está orgullosa de mí. ¿Quién podría
estarlo? El ver la fecha de mi cumpleaños, que fue el día que murió, me
dan ganas de morir yo. Me siento en un banco que queda enfrente de la
lápida. La miro. Me siento aún más solo ahora que, viniendo aquí, asumo
que se ha ido. Por primera vez en once años me doy cuenta de todo lo que
me he perdido. Nunca tuve amigos, porque estaba lo suficientemente
distante como para que nadie quisiera acercarse a mí, todos temían a ese
niño solitario que había presenciado la muerte de su madre y todos
sabían que aún no había podido superar. Me sentaba solo en clase, no
hablaba, no me relacionaba. Era el niño raro. Pero en su momento no me
importó. Ni ahora me importan esas cosas. Ahora no puedo dejar de pensar
que, si ya la cagué con mi madre, terminé de fastidiarlo todo con mi
padre, al irme de casa. No merecía a alguien como él, era demasiado
bueno. Y, aunque ahora me gustaría saber quién asesinó a mi madre, puedo
entender por qué le pidió a los policías que lo investigaran. Yo mismo
habría matado al que lo hizo, como él. Quería lo mejor para mí, y no le
he causado más que dolor.
Tendría que haber venido aquí mucho antes. Tendría que haberme dado
cuenta de esto mucho antes. Cuenta de que, la culpa de todo es mía, y no
de Josh, ni de Lewis, ni siquiera de quien asesinó a mi madre. Quien ha
cometido muchos errores, he sido yo, no ellos. Yo soy dueño de lo que
hago. Bueno, lo era. Perdí ese derecho hace mucho.
Vuelvo a pensar en ello.
¿Qué pensará ella de mí? Mi madre.
Una lágrima surca mi mejilla.
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