miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 7 «As long as she loves me»

◘ Jason McCann.
Veo a Drake aproximarse a Heather, pero cuando ella se aparta, veo una mueca dolida en cara de mi amigo. Me da mucha pena. Él se aparta. Ella necesita tiempo. Tiempo para hacerse a la idea de lo que ha pasado. Tiempo para saber que no pensamos… como ella ha dicho. «Violarla.» Estoy convencido de que es eso a lo que se refería Josh. Y sé que la hemos secuestrado. Pero me ofende que llegue a pensar eso de mí. Cierto es que yo en su lugar haría y pensaría muchísimas cosas peores.
Al ver a Drake abrir la puerta y salir, me acerco a ella. Lo único que quiero hacer en este momento es gritarle. Gritarle si de verdad me ve capaz de violarla. Quiero que me conozca. Quiero abrirme. Y eso no me había pasado nunca antes de este momento. Pero no sé por qué ella. ¿Qué tiene esta chica? Como ha dicho Josh, es guapa. Pero eso no tiene nada que ver. Tampoco es su mirada sincera lo que me inspira una dolorosa y, seguramente, peligrosa confianza. Pero pertenecemos a mundos diferentes, ahora.
—¿Sabes? —susurro, aunque lo suficiente alto para que me oiga—. No se me pasó por la cabeza… lo que tú has dicho.
—Pero sí se te pasó por la cabeza apuntarme con una pistola, ¿no? —masculla, mirando al suelo.
—¿Qué has dicho? —levanto la voz.
Apoya las manos en la pared y se impulsa para quedarse en pie.
—He dicho que sí se te pasó por la cabeza apuntarme con una puta pistola —grita, clavando sus ojos en los míos.
Esto es el colmo. Además de tener que quedarnos con esta niña rica en nuestra casa, tiene narices a decirme eso. Josh tenía razón. Es de las peleonas. La cojo de los hombros y la levanto, sujetándola unos dedos por encima del suelo.
—A ver si te das cuenta de una vez de que esto no tiene nada que ver contigo —susurro, aunque estoy seguro de que la furia se puede leer en mis ojos. Y no tengo el menor interés en que no se note.
—No te tengo miedo —balbucea.
La suelto. Soy bastante más alto que ella.
Niego con la cabeza.
—No tienes ni idea —respondo.
Ella levanta la mirada, y se encuentra con la mía. Tiene los ojos como de cristal. Pero no parece que tenga la más mínima intención de soltar todas esas lágrimas que lucha por no enseñarme. Como no responde, añado:
—No estaba cargada.
—¿Qué?
—No estaba cargada —repito—. Había que asegurarse de que no gritaras, pero no quería que tuvieras una idea equivocada de mí. No es que espere nada de esto, pero es un mes. Un mes. Será duro para ti. Pero también para nosotros. Asume que no podrás salir antes. Asume que estás encerrada con nosotros. Asume que no merece la pena intentar salir de aquí. Drake pensará más en ti, pero ambos te vamos a proteger.
Corto el contacto visual y susurro:
—Y jamás te violaría, Heather.
Y es cierto. Respeto demasiado a las mujeres como para hacer algo así. No diré que nunca he ido a un pub con la idea de tirarme a alguna chica, pero nunca la he obligado, de eso estoy seguro. Y no sé por qué, pero me hiere que me crean capaz de hacer tal cosa.
Lo bueno de vivir con Drake es que todo lo que se refiere a las personas, es él quien se ocupa. Yo no tengo don de gentes. A veces lo envidio. Envidio su facilidad para hablar con los demás. Pero a la hora de no pensar en nadie, ni siquiera en mí mismo para hacer las cosas, a la hora de ser insensible, entonces soy mejor yo.
♣ • ♣
A la hora de la cena, Drake no está. Se ha ido con Luke a beber. Cómo no. Odio que haga eso. ¿Por qué no asume que es alcohólico? Podemos hablar de ello. A mí no me importa. Una vez fui adicto a la heroína. Sé lo que es. Sé que dejas de pensar por momentos, te olvidas de todo. Pero como ya sabía de antes, él y yo somos muy distintos.
Tengo hambre. Heather también tendrá. Pero después de todo no me apetece hablar con ella. Y seguro que tampoco ella tiene demasiado interés en hablar conmigo. O verme, siquiera.
Ya está bien de tanta estupidez, joder.
Ni siquiera llamo cuando irrumpo en mi habitación, porque es mía. Además, tengo varias cosas que decir.
—Primero de todo, la maleta que me ha dado Josh es ropa para ti.
Está de espaldas a mí, sentada mirando a la ventana, nuestro horrible barrio. Asiente lentamente. Seguro que piensa cosas horribles de nosotros por vivir aquí. Sobre todo habiendo vivido en su casa en el centro de Chicago. Yo antes vivía en aquella zona.
—¿Por qué no te has ido aún? —dice, sin dejar de mirar la fábrica que está dos manzanas más adelante.
—Es mi habitación.
—No lo sabía —dice levantándose y, al fin, dignándose a mirarme. Me escruta. Está enfadada. Por todo o por nada.
—¿Qué quieres cenar? —pregunto.
—No tengo hambre.
—Por favor —susurro, en un tono casi suplicante. Me avergüenzo al instante.
—Como cualquier cosa —responde dejando de escrutarme y sentándose de nuevo, fijando su vista en nuestro barrio.
No tengo ni idea de por qué, pero me siento a su lado. Junto mis manos y las entrelazo. Este es uno de esos silencios incómodos que todos intentamos evitar. Pero como con esta chica parece que siempre que hablo meto la pata, opto por no decir nada. Suele ser ella quien despeja sus dudas cuando hay silencio. No tengo ni idea de por qué, pero es así.
Cuando se pone el sol, me doy cuenta de todo el tiempo que acabo de perder, y me levanto.
—Espera —balbucea cuando ya estoy en la puerta.
—¿Qué? —pregunto, aún de espaldas a ella.
—¿Por qué?
Me doy la vuelta.
—¿Por qué… qué? —susurro, casi para mí.
—¿Por qué trabajas para esos hombres?
Sus preciosos ojos oscuros exigen respuestas.

No hay comentarios: