miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 18 «As long as she loves me»

◘ Heather O’Connor
Me duele muchísimo la cabeza. Más que nunca. Podría tomarme un bote entero de pastillas, y no se me quitaría. Me siento mareada, con náuseas y que todo a mi alrededor da vueltas.
Sin embargo, no veo nada. Todo está oscuro, porque no hay nada que me vende los ojos. Y noto que me muevo. Pero estoy sentada. ¿Es posible que me hayan metido en algún vehículo? Parpadeo un par de veces para acostumbrarme a la penumbra, y empiezo a distinguir algunas formas. Es entonces cuando sé que no estoy en la furgoneta en la que Drake me llevó hace casi un mes. Es más grande, aunque está lleno de cajas y todo huele a… droga. He ido al instituto, tuve mi época de ‘chica mala’, cuando mi padre empezó a salir con Tracy… Es todo muy difícil y confuso ahora mismo, porque hay una cosa que no me saco de la cabeza. Que no consigo sacarme de la cabeza muchas cosas. Y no sé por qué me vienen a la mente en este momento. En el momento en el que siento que de verdad corro peligro… El silencio absoluto es bastante terrorífico, la oscuridad… y no saber adónde voy.
Es simple.
Porque lo que sí sé, es quién me lleva. Son los tales ‘Josh y Lewis’ de los que tanto he oído hablar, los que querían hacer sufrir a mi padre. La clave de todo. Tengo una mordaza en la boca, y estoy atada de manos y pies. Ahora mismo estoy en una posición que sé de sobra lo mucho que me van a doler luego el cuello y la espalda.
Un escalofrío vuelve a recorrer mi espina dorsal. Vuelvo a verlo. Y sacudo la cabeza para alejar ese pensamiento de mi mente. ¿Por qué aparecen sus preciosos ojos miel en mi cabeza? Sé de sobra que no es el momento. Todo mi yo lo sabe.
Soy estúpida.
Las lágrimas empapan mis mejillas, y también la mordaza que me impide hablar, y le dan sabor salado. Este mes he llorado más que en toda mi vida, y aunque desearía con toda mi alma que no me hubiesen visto, haber estado sola. No puedo soportarlo. Cada vez necesito más volver a mi casa.
De repente, el coche frena brusco y me doy contra una de las cajas. Una más allá se abre, y salen más pastillas de las que he visto en mi vida. Ahogo un grito dejando escapar de mis ojos las lágrimas, una y otra vez. Siento mucha presión. Siento que me aproximo al final.
A mi final.
♣ • ♣
Un chico con el cabello moreno pero pálido de piel y vestido de negro entero, con un tatuaje enroscado en su brazo izquierdo abre la furgoneta. Cierro los ojos por el exceso de luz, esta vez. El chico me mira, y me recuerda a las miradas de Drake.
Me compadece también.
¿Tampoco él tiene ni idea de lo que va a ser de mí? ¿También asesinaron a algún ser querido suyo y por eso trabaja para esos tipos? Uhm… por un momento se me antoja que no es algo tan extraño, lo que acabo de decir. Es curioso…
No me da tiempo a pensar, el chico me coge la mano, con sumo cuidado. Como si yo fuese algo con lo que hay que tener cuidado. Tengo que admitir que no importa que me hayan secuestrado, que hayan intentado violarme, que estuvieran a punto de follarse a una tía delante de mí, que me hayan secuestrado dentro del secuestro original… si dejo eso a un lado, no puedo decir que no me hayan tratado bien. Me he documentado acerca de temas como estos, y las víctimas suelen pasarlo mucho peor de lo que lo he hecho yo. Pero aun así, ‘Josh y Lewis’, esos sí que me trataron mal. Son el origen del problema. De algo que difícilmente podré superar.
El chico me libera los pies, aunque me deja atadas las manos. Seguidamente, me ayuda a salir de la parte trasera de la furgoneta y veo dónde estoy. Una urbanización pequeña con grandes e imponentes casas de color blanco. Yo vivo en un sitio muy parecido a este, pero aun así se me hace tan lejano… cuando no ha pasado apenas un mes. Y eso me pone aún más nerviosa. En este poco tiempo, he cambiado muchísimo. Siento que no ha sido para bien, aunque tampoco para mal. Simplemente… ahora soy diferente. Lo más posible es que sea más correcto decir que he madurado.
Echo muy de menos la vida que tenía antes. Esa en la que no me preocupaba por nada porque tampoco hacía falta. Esa en la que todo era fácil. Esa en la que, lo que ocurre hoy, nunca habría pasado.
El chico me lleva hasta la casa más imponente de todas, que tiene una verja de hierro con un camino en el cual hay una fuente.
«Este antes era mi mundo…» susurro.
Rebusca en el bolsillo de su pantalón y saca unas llaves con las que abre la verja, y luego la puerta de la mansión. Si soy sincera, tampoco me impresiona tanto una construcción como esta. Solo me hace darme cuenta que… ese es mi mundo. O, más bien, lo era. Y después de haber vivido a las afueras de Chicago tanto tiempo, mirando por la ventana siempre, y solo viendo a personas pobres… me parece muy injusto. Pero no se puede cambiar el mundo. Por mucho que yo lo intente.
♣ • ♣
—Vaya, vaya…
Giro la cabeza lentamente, porque el viaje me ha dejado el cuerpo bastante lastimado, y siento que necesito un respiro. No he parado. No me han dejado parar.
Veo a los hombres que fueron al piso de Jason y Drake, con el chico que me llevaba en la furgoneta detrás, respirando con mucha agitación. ¿Qué pasa?
—Mira, Will, a esta chica.
El chico no les hace caso, y sigue fijándolos con la mirada.
—Dijisteis que después de esto me lo diríais. ¿No sabéis quién puso la bomba en el coche de mi novia?
Uno de los hombres, al que decido que le pega más el nombre de Josh, dice:
—Uhm… Claro que lo sabemos…
El otro, que ahora decido llamar Lewis, tantea su chaqueta.
«Oh, Dios, no. Por favor, no…»
Saca una pistola y apunta al tal Will.
—… pero no tenemos la menor intención de decírtelo —susurra Josh.
En ese instante veo a Will caer al suelo. Ahogo un grito de desesperación, y cuando me dejan a solas, encerrada en una habitación enana, atada de pies y manos en una silla, con la misma mordaza tapándome la boca, y cuando todo está negro, es cuando me doy cuenta.
Cuenta de cuánto necesito la luz de esos ojos color miel.

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