miércoles, 14 de noviembre de 2012

Capítulo 3 «As long as she loves me»

◘ Jason McCann
—Drake…
Lo sacudo un poco, pero él no se mueve.
—Drake… — repito, levantando un poco la voz.
Lo sacudo de nuevo, un poco más fuerte, pero sigue sin moverse.
—¡Hostias, Drake, mueve tu puto culo, que tenemos cosas que hacer hoy, joder!
Le doy un guantazo, y me lanza un puñetazo, que esquivo con preocupante facilidad. Este hizo algo ayer. Será gilipollas.
—¿Qué bebiste anoche, tío? —pregunto alejándome de él, percatándome por primera vez desde que entré a su habitación de un asqueroso olor a alcohol que incluso me pican los ojos.
—Todo lo que pillé… —dice levantándose y estirando los brazos.
—Eres la persona más estúpida que conozco. —Hago referencia a que hoy es un día muy importante. Puede llamarlo como quiera, pero lo que vamos a hacer, al fin y al cabo, es robar un coche. Un Bugatti, para ser exactos. Uno de los coches más caros del mundo. ¡Y no podía estar el imbécil este sin beber una noche!
—Gracias. Vete para que me pueda arreglar. En media hora estoy abajo para desayunar y repasar un poco el plan.
—Como tardes un solo segundo más…
—Ya, Jason, ya lo sé, me mutilas.
Lo fulmino con la mirada y él hace una mueca.
—¿Sabes, Jason? Necesitas un buen polvo. Eso es lo que te hace ser tan gilipollas.
Abro los ojos, de sorpresa. Sé que Drake jamás me diría eso. Pero duele. Aunque sea por la resaca, por seguir borracho. Que tu mejor amigo te diga eso es como clavarte un puñal, pero en un sitio en el que no te mate, que simplemente sirva de advertencia. Salgo de su habitación. Simplemente es que quiero pasar. De Drake. De Josh. De Lewis. Pero, por encima de todo, quiero pasar de este sentimiento de culpabilidad que tengo por cometer crímenes, que me atacan a cada segundo que me digo a mí mismo que soy un asqueroso delincuente. Por millonésima vez, me ataco a preguntas, esas preguntas que intento evitar pero que siempre estarán ahí, pase lo que pase.
¿Y si no hubiera ido a comprar ese estúpido juguete?
¿Y si en vez de acompañarme mi madre lo hubiera hecho mi padre?
¿Y si, por muchos coches que robe, personas que mate, drogas que compre, sigue sin ser suficiente?
¿Y si jamás consigo vengar la muerte de mi madre?
¿Y si no estuviera Drake conmigo?
¿Y si…?
♣ • ♣
Nos montamos en la camioneta. Yo conduzco. Estaría bueno que tras haber estado bebiendo toda la noche (que ha gastado todo el alcohol de la casa) Drake se pusiera a conducir. Mi vida será una mierda, pero no dejaré que él termine con ella.
Y lo peor de todo es que sé por qué bebe. Es porque no soporta todo esto. No soporta hacerle la vida imposible a la gente. No soporta no ser más que un peón. No soporta que su hermano falleciese. Por el día es el chico más imprudente, estúpido, alegre y divertido del mundo, pero por la noche… explota. Y sé lo que se siente. Pero es que no entiendo por qué tiene ese afán de parecer agradable a los ojos de los demás. Él es… Drake. Los demás no lo conocen como yo. Todo esto es el precio que hay que pagar por querer vengar la muerte de un ser querido. Bueno, no es «la muerte» en sí. Sino el asesinato. Prácticamente somos como… unos asesinos a sueldo. Solo que no solo asesinamos, hacemos más cosas.
—Jason.
Parpadeo un par de veces.
—¿Qué? —respondo brusco.
—Lo… lo siento.
—Lo sé.
Se queda un momento callado, y mira al frente, pero estoy seguro de que no ve nada.
—Sé que el alcohol alivia el dolor, Drake. No es nada de lo que tengas que avergonzarte. A mucha gente le pasa. Mucha gente tiene ese… problema con la bebida.
Veo cómo se le cristalizan los ojos, aunque me concentro en la carretera. Parpadea y traga saliva, para tranquilizarse. Nunca antes había visto a Drake perder los papeles… Él no se cabrea nunca, hagas lo que hagas. Y todo lo que le pasa es por un error del pasado. El lugar equivocado en el momento equivocado, al igual que yo. Al igual que mi madre y yo. Mi madre. Su pelo castaño… sus ojos azules…
No. Este no es el momento.
♣ • ♣
Me coloco bien el cuello de la camisa y me hago el nudo de la corbata. Me giro hacia Drake, que está colocándose bien la chaqueta del traje. Digamos que todo esto no es muy cómodo, menos aún cuando estás acostumbrado a vaqueros bajos y camisetas anchas, como chicos de diecinueve años que somos. Pero no entran personas así vestidas a un concesionario Bugatti, entre otras cosas, porque no nos tomarían en serio, y eso el lo último que quiero.
Pasamos el umbral de la puerta de cristal, nos rodean coches preciosos que jamás podríamos permitirnos. Y recuerdo otra vez por qué hacemos esto. Damos asco. Veo a hombres de entre treinta y cinco y cincuenta años con trajes, y otros más jóvenes, también con trajes.
«Serán los vendedores», pienso.
Miro a mi alrededor, y distingo la mirada concentrada de Drake, la que pone en todas estas ocasiones. Busco a alguien a quien sea fácil engañar, pero no hay nadie que…
—Buenos días. —Oigo una voz femenina y aterciopelada tras de mí, me giro. Y flipo.— Soy Heather O’Connor, ¿puedo ayudarles en algo? Hoy seré yo quien les atienda.
Y sigo flipando. Esta chica… ¿cuántos años tendrá? Pero si parece más joven que yo. Tiene el pelo oscuro, muy oscuro, castaño, liso, suelto y enmarcándole la cara, blanca como la nieve. Los ojos grandes y castaños, pómulos marcados, labios finos y rosados —no parece llevar pintalabios; es más, no parece llevar maquillaje.
Voy a decir algo, ni siquiera sé qué exactamente, pero gracias al cielo, suenan unos pitidos en nuestros móviles. Es la primera vez que me alegro de oírlos.
—Discúlpenos —dice Drake, tras mirarme un momento, enigmático, y darse cuenta de que soy incapaz de hablar.— Es importante.
—Por supuesto, estaré aquí.
La miro, por un momento parece que me sonríe, solo a mí. Bah, voy a robar un coche del sitio en el que trabaja y ni siquiera lo sabe. Pobre niña ilusa. Nos alejamos de las personas que están en el concesionario, y vuelvo a mirar mi móvil.
—«Llamadme.» —lee Drake—. Es de Josh. ¿Lo llamas tú o lo hago yo?
—Yo me ocuparé —susurro.
—Está bien. Yo haré como si hablara también con alguien—ríe.
—Drake —intento captar su atención chasqueando los dedos—. Por favor, tómatelo en serio.
Él hace como que habla con su iPhone y yo llamo a uno de nuestros jefes: Josh Anderson.
—Jason, tenéis que hacer una cosa más —suelta sin más.
—¿Qué? —¿Este hombre es estúpido? Sabe que lo planeamos todo al milímetro, al segundo, ¿y lo fastidia ahora?
—¿Estáis ya en el concesionario?
Miro a Drake, que asiente a la vez que me mira. Parece convincente, hasta yo diría que está manteniendo una conversación, y de un tema muy trascendente, además.
—Sí —asiento, aunque sé que no puede verme.
—Bien. Pues entonces será fácil. Sabes que queremos un Bugatti, pero no es lo único.
—Josh, sabes de sobra cómo trabajamos. Volveremos en dos días y…
—Entonces lo que quiero no será posible. Y sabes que siempre consigo lo que quiero, por difícil que sea.
«Más bien lo consigo yo.»
—Está bien. ¿Qué quieres?
Drake me mira. Traga. Está asustado. Al igual que yo.
—La hija del jefe, o director, como quieras llamarlo, está allí sustituyéndolo por la razón que sea. Nos hemos enterado hace un rato. Podremos usarla para muchas cosas.
—Quiero ejemplos —exijo.
Josh no contesta de inmediato, estoy convencido que eso no se lo esperaba.
—Siempre me has caído bien, Jason McCann —noto que ríe al otro lado de la línea—. Eso lo sabrás en cuanto vea a la chica delante de mí. Y, ya sabes, también el coche.
—Vale. ¿Y cómo se llama…mmm… lo que quieres?
Oigo cómo carcajea al otro lado del teléfono. Cómo lo odio. Cómo se burla de mí este hijo de puta.
—No sé por qué, pero tengo la impresión de que te gustará.
—Solo contesta, tengo que poner a Drake al corriente.
—Heather O’Connor —se apresura en decir.

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