Capítulo 6.
◘
Jason McCann.
Apago
las luces de mi coche al distinguir el de Heather al final de la calle. Doy una
vuelta y lo aparco. Tengo que ver qué está pasando. Pero no hay nada que ver,
para variar. Heather y Brandon salen del coche de ella y entran en su casa.
—Una
vez más a observar desde las sombras.
Pero
no me importa. Lo prefiero mil veces a volver estar encerrado o resignarme. Lo
único que necesito es saber que ella está bien, y si eso implica que no me vea,
hacerlo sin que lo sepa, no tengo ningún problema.
Aunque
ansío tocarla, besarla, sentirla.
Sacudo
la cabeza.
«Eso
no va a pasar», me recuerda esa absurda y chillona voz que me agujerea la
cabeza. «¿No te acuerdas? Ella ama a otro.»
Si
eso la va a hacer feliz, no tengo nada en contra.
«Mientes.»
No,
no lo hago.
No
oigo nada más. Doy gracias. Me martilleo la cabeza con mis estúpidas
acusaciones. Solo espero que Brandon sepa apreciar el tesoro que tiene entre
sus manos, como lo es esa hermosa chica. Lo he seguido en varias ocasiones y no
se ve con otras, lo cual, en el fondo… me sienta mal. Querría que no estuviera
más con Heather. Ella es mía.
O,
mejor dicho…
¿Lo
era?
♣ • ♣
Heather
corre la cortina, y no consigo ver qué pasa dentro. Joder. ¿Será porque sabe
que estoy por aquí? Puede que sus padres no estén en su casa, y puede que tenga
algo de suerte, para enterarme de qué pasa exactamente. Estaba demasiado lejos
cuando han entrado a su casa, y no había demasiada luz, así que no me he podido
fijar demasiado. Iban rápido, eso sí, y vale, puede que sea enero, pero tampoco
hace tanto frío como para que ella temblara… tanto.
Rodeo
la casa y, en efecto, la única luz encendida es la del salón, y solo son las
once. El coche del señor O’Connor no está en el porche.
Una
parte de mí me grita que es una estupidez, que no conseguiría hacerlo, que me
pillarán y volveré a la cárcel… pero merece la pena arriesgarme. Como lo ha
merecido siempre.
Por
ella.
Obviamente
la puerta principal está cerrada —paso de mirar, aun así—, pero la
trasera…
Giro
el pomo, pero la puerta no se abre. Saco mi cartera y una horquilla para el
pelo. La meto en la cerradura y le doy dos vueltas a la derecha y una a la
izquierda. Y la puerta se abre. Oigo voces, que puede que sean susurros, pero
necesito saber qué dicen.
Subo
las escaleras lentamente para no hacer ruido y así no ser oído. La puerta está
entreabierta, así que solo me apoyo. Me quedo en la cocina, para no arriesgarme
a ser visto. Solo quiero oír, no tengo necesidad de ver.
Eso… eso
aprendí la última vez.
Pero
bueno, es lo que hay. Esto lo he elegido yo, y no me arrepiento, solo es un
hecho.
—Brandon, yo… Lo
siento.
¿Por
qué lo siente? ¿Qué ha pasado? ¡Que alguien me lo diga, por favor! Me he
perdido todo lo que precede este momento, lo que probablemente sea lo más
importante. Heather ha tenido que disculparse por algo lógico, obvio, pero ¿qué
puede haber hecho ella para disculparse de ese modo… pareciendo que llora?
—Heather
—susurro con el corazón en un puño, dejando mi puto orgullo a un lado, por una
vez, una insignificante vez… Esto es impotencia; estar cerca de la persona a la
que amas, verla (oírla) soltando dulces lágrimas y no poder hacer nada, porque
una pared invisible nos separa.
—Heather
—dice Brandon—, yo… no sé qué decir. ¿Has estado todo este tiempo guardándote
eso?
Oigo
un gemido, que interpreto como una afirmación de parte de ella.
—Te
quiero —susurra él después.
«Es
más de lo que puedes soportar, débil.»
Le
hice una promesa.
«Y
ella nunca lo va a saber, joder. Piensa un poco.»
¿Qué
acaba de pasar?
«Acaba
de pasar, imbécil, que Heather le ha hablado de ti al tal Brandon.»
Dentro
de mí, algo se enciende. Desconozco qué es. Si rabia, miedo, o felicidad.
Es
esperanza.
Que
se ha encendido al descubrir que ella no ha conseguido olvidarme.
La cuestión es: ¿eso
es malo o bueno?
Puede que simplemente
siga temiendo que vuelva a pasarle lo que le pasó dos años atrás, salir de casa
y encontrarse con tipos como nosotros o puede… puede que…
«Puede que siga
amándote, Jason.»