lunes, 31 de diciembre de 2012

Capítulo 34 «As long as she loves me»


◘ Heather O’Connor
        
         Mientras esperemos lo que sea que decida el jurado, no dejo de mirar a Jason. Él mira al frente, aunque sabe que lo estoy mirando. Ni idea de cómo estoy tan segura, pero lo siento. Aun así, odio que no clave sus ojos en los míos de esa forma tan segura, tan dulce… como solo él sabe haberlo.
         Recuerdo lo que le he dicho a Tracy. Y me arrepiento tanto.
         Porque sería lo más difícil a lo que me tendría que enfrentar nunca. Imaginémoslo, en cualquiera de los casos en el que tuviera que olvidar a Jason, no podría. Igual que no se olvidan las peores cosas que pasan en tu vida, como no podré olvidar a Josh y a Lewis, que hicieron de ella algo que da miedo. Pero… no podré olvidar tampoco a las mejores personas que han pasado por ella. Como Michael, que arriesgó su vida por salvarme sin apenas conocerme. O Drake, que aunque cometió un par de errores, supo enmendarlos a la perfección. O finalmente, Jason. Que es mucho más que alguien importante para mí. Me he enamorado de sus ojos. De sus labios. De sus besos. De su olor.
         De él.
         —Hija, ¿por qué no has testificado en su contra? —susurra mi padre.
         No quiero contestarle, porque lo propio en realidad sería que buena chica como yo, en un principio, hubiese hecho lo que a mi señor padre el apetecía, lo que me había ordenado una vez tras otra.
         El problema, es que no soy una buena chica.
         Me he cansado de los estereotipos que cumple mi familia.
         —¿Acaso no me has oído?
         Sacudo la cabeza.
         «No hagas nada inapropiado» me repito una vez tras otra.
         Acabo de recuperar a mi padre y, aunque suene tan mal… ahora me parece que no había perdido absolutamente nada, porque el día que se fue mi madre, se llevó a mi padre con ella, para siempre.
         —Heather —dice Tracy—, tu padre te ha hecho una pregunta.
         Me muerdo la lengua tratando de reprimirme, porque no quiero hacer algo que no sea propio de mí.
         —Lo he contestado. No quiero que lo condenen, no quiero que lo encarcelen. Ya sabéis por qué, pero me ignoráis.
         —Eso no es lo que te habían dicho que debías hacer —me recrimina Tracy.
         Pongo los ojos en blanco, y con la vista puesta en Jason, una vez más, al que veo moviendo la pierna rápidamente. Es evidente lo nervioso que está. Me siento fatal ahora mismo. No puedo hacer más que culparme por este juicio, que ha tenido lugar porque mi padre ha decidido que es lo apropiado. Le he suplicado incluso de rodillas que lo dejara, pero me ignoró. Ahora, yo he hecho lo que he podido para que Jason y Michael sea libres, y es mi culpa porque sé de sobra que no es suficiente, ya que de ser así, Jason no estaría tan nervioso.
         —Puede, el caso es que tengo principios y haré lo que yo crea que debo hacer.
         Mi padre mira a izquierda y a derecha, puede que para asegurarse de que nadie nos está oyendo. Oh, Dios, cómo se preocupa más de las apariencias, de su reputación, en vez de pensar en los sentimientos de su hija. Odio eso.
         Si yo hiciera lo mismo que hace él, si lo ignorase completamente, si me negara a escucharlo, si me fuese de casa, si me alejara, si hiciera como si no existiese… Pero yo no soy así. Nunca lo he sido.
         Aunque tuve mi época, sí, a los dieciséis, cuando conocí a personas que sabía que no eran apropiadas, que me metí en drogas, salía por las noches y volvía por la tarde del día siguiente, cuando había chicos por todos lados de los que ahora no recuerdo ni el rostro, ni el nombre. Admito que no estoy orgullosa de ello, y sin embargo, entonces me divertía tanto... Mi padre no sabía qué hacer conmigo, incluso lo oí hablar con Tracy acerca de llevarme a un psicólogo… hasta que hubo un día en el cual decía que lo sentía, pero que tal vez deberían dejarlo ya, que al, parecer, yo no me había tomado demasiado bien lo suyo.
         Y era verdad.
         Pero en aquel momento decidí que estaba yendo demasiado lejos, que no la conocía, que probablemente la había juzgado mal… y rectifiqué. Volví a centrarme en mis estudios, cambié de círculo de amigos… Todo por él.
         Porque con Tracy, lo notaba más feliz.
         Más feliz que cuando estaba conmigo, que me daba por caso perdido.
        
         ♣ • ♣

         Aparece el juez, seguido del jurado, mirando fijamente a mi padre.
         Se sienta en el estrado, y tras aclararse la garganta, sentencia:
         —El jurado declara a los acusados, Michael Galagger y Jason McCann… culpables por todos los delitos cometidos entre 2009 y 2012. Su condena es de entre sesenta y cinco y setenta años de cárcel.
         Da un golpe con su maza y da por finalizado el juicio. Se levanta, y desaparece.
         Jason me mira, con una inexpresividad que me asusta tanto… no obstante, noto a la perfección que tiene los ojos empapados de lágrimas que se esfuerza en reprimir. Me pregunto de qué sirve vivir si cuando pierdes a personas importantes para ti solo deseas dejar de hacerlo.
         Clava sus ojos en los míos, como adoro que lo haga, es ese instante en el que no necesitamos palabras, es como si fuese tan vulgar expresarse hablando… Observo sus labios. Quiero besarlos. Oh, Dios, cuánto quiero besarlos. Pero no puedo hacerlo. Y no voy a poder nunca más.
         Me acerco a Michael, y le susurro cuánto lo siento.
         —Nunca me pediste nada, solo fui yo.
         Agradezco que diga eso, sin embargo, no me hace sentir mejor. No puedo permitirme ese lujo.
         Luego voy hacia Jason.
         Pero no puedo decir nada, no puedo hablar, no puedo hacer nada. Me domina la impotencia y me siento débil. Me tiemblan las piernas, que no pueden aguantar con mi peso.
         Pero el tiempo corre.
         —Adiós, Heather —su voz aterciopelada suena cargada de pena, de tristeza. No puedo con ello.
         —Yo… yo…
         —Heather —me acaricia la mano, a pesar de no poder tocarnos en teoría, pero es que no puedo despedirme de él—, te quiero.
         No dice nada más, supongo que solo espera que conteste, que diga algo.
         —Lo sé, pero… dijiste que no desaparecerías.
         Él clava sus ojos en los míos, y una lágrima surca mi mejilla. Será esta la última vez que estemos juntos. Con el dorso de su mano, la limpia. Me cubro la cara con las manos.
         —Estaré siempre contigo.
         Eso es lo último que lo oigo decir… antes de que se lo lleven.


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