viernes, 25 de enero de 2013

Capítulo 2 «As long as she loves me²»


◘ Jason McCann.

Me coloco las gafas de sol y me subo la capucha de la sudadera antes de salir del metro. Hay fotos mías a mi alrededor, por todas partes, diciendo que soy una gran amenaza.
«Tal vez lo sea.»
Me adentro en el lugar en el que hace apenas dos años viví, sin embargo, no puedo volver. Sería tan evidente, que no puedo permitírmelo, muy a mi pesar. Dudo que hayan cerrado mi caso. De todas formas, no es un sitio al que pueda regresar, y Chicago ha dejado de ser seguro para mí.
Y también para Michael, del cual no consigo dejar de pensar. Pensarán que
me ayudó, que ha tenido algo que ver… pero no es así. Se enteró a la vez que todos los demás de que me había escapado.
En su busca.
Solo quiero, necesito, verla. Y saber que está bien. Ella es fuerte, probablemente haya reconstruido todo desde cero, que es, por desgracia, como se quedó… por mi culpa. Pero me da miedo pensar que tal vez se haya olvidado de mí, y de lo mucho que la amo. Es algo que no llegaría a soportar nunca, algo que me haría tanto daño como para desaparecer. Porque yo la quiero, la quiero tanto… Que la veo en todas partes.
Será esa la razón por la cual es ahora cuando encuentro todo lo que se me acaba de venir encima.
«Toda la ciudad te está buscando, estúpido», me susurra una voz dentro de mí, y aun así, apenas cinco horas antes me gritaba que era el momento de huir. Y le ha hecho caso, cómo no. Pero a partir de ahora pienso ignorarla, a ver qué insensatez más me hace llevar a cabo.
—¿Luke? —pregunto en un susurro entrando en el taller.
—¿Jason? —se desliza bajo un todo terreno, cubierto de grasa—. ¡Jason, amigo mío! —Se levanta y abre los brazos para, supongo, darme un caluroso abrazo, pero retrodezco.
Él junta las cejas en una mueca.
—Escucha, Luke…
—Antes de que sigas nada —me interrumpe—, lo siento muchísimo por lo de Drake, tío, sé que erais como hermanos.
—Yo quiero llegar ahí.
Él clava sus ojos en los míos.
—Los últimos dos años los he pasado en una celda, y en este preciso instante —hago una pausa, él está atónito, pero aun así no me interrumpe—, me están buscando por toda la ciudad. Quiero poder fiarme de alguien, Luke, y eres del único del que puedo. Y, Dios, siento tanto tener que pedirte ayuda… nunca he sido de arrastrarme.
—¿Te estás quedando conmigo?
Niego con la cabeza.
—Luke, necesito un coche. Y eres el único que puede proporcionármelo.

♣ • ♣

Conduzco rápido, lejos, para alejarme, simplemente. Y llego hasta aquel bosque. Los árboles son tan altos que no me deja ver las copas, y aunque el cielo está semioculto por las ramas de los árboles, el cielo se ve encapotado. Anochece. Y parece ser que va a llover.
Reconozco estos árboles. Fue donde enterramos a Drake y, con él, mi vida de delincuente, de asesino, de criminal.
Aunque en el fondo, desde luego que no fue así. Siempre seré esa persona que tanto odié, ese asesinó que intentaba disculpar a pesar de lo obvio que era que no podía.
Tengo que planear el próximo movimiento… o no.
Simplemente tengo que encontrar un lugar en el que cobijarme, en el que pasar la noche, que puede ser el coche que Luke me ha conseguido o buscarme cualquier sitio. Sería demasiado arriesgado, pasear por Chicago.
Por favor, en qué me he metido.
Sin embargo, pensar en lo de ayer, en cuando la vi, al fin, hace que algo se desate dentro de mí. Simplemente, no puedo dejar de pensar en ella.
—Heather… —susurro.
Miro al cielo, como suplicando un mundo en el que ella pueda estar a mi lado.
Quiero volver la vista atrás, y hacer las cosas de otra manera pero, es que, no puedo. Es malgastar el presente, el desear otro pasado.
Y sin embargo, sus ojos oscuros pueblan todavía mis sueños, todas las noches…
… y mis pesadillas.

♣ • ♣

—Buenas noches, Heather —entendí que él le decía a ella.
 —Adiós, Brandon —respondió con todo airado.
Se besaron. Y algo dentro de mí se accionó. Sentí una puñalada en el estómago. No lo suficiente para matarme, pero peor, porque agonizaba, ya que la idea no era terminar conmigo sino hacerme daño. Mucho daño.
Luego rieron, y ella entró en su casa blanca.
Trepé un árbol, que, en el cual, si me colocaba estratégicamente, no me vería, y llegaría hasta la ventana más alta, que supuse que era la de su habitación y, minutos después de que ella entrara en su casa y la luz se encendiera, las dudas se disiparon.
La contemplé un rato que estuvo abrazada a un elefante de peluche, y con la vista fija en un punto del suelo y la mirada perdida hasta que, en un momento, clavó sus ojos en la ventana.
En un instante en el que el tiempo pareció congelarse, aunque sé que no fueron más de un puñado de milésimas de segundo, nuestras miradas se entrelazaron, sin querer alejarse porque, se conocían.
Y se amaban.
Puede que me reconociera, puede que no, puede que pensara que se lo había imaginado…
Pero yo solo salté desde la rama hasta el suelo y eché a correr.
Sonriendo.
Porque aquel instante me pertenecía.

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